La filosofía y el mundo externo, parte III

La profesionalización y la despolitización de la filosofía analítica

Como se mostró en los posts anteriores [parte 1, parte 2], en la primera mitad del siglo XX, el mainstream de la filosofía analítica tenía una visión altamente politizada de su tarea. En esto están incluidos no sólo los empiristas lógicos (así como otros filósofos de las ciencias), sino también diversos los filósofos de la corriente pragmatista, predominante en los EEUU antes de la llegada de los empiristas lógicos. Como se vio, esta manera de concebir a la propia disciplina experimentó modificaciones radicales en los años 50, las cuales continuarían, en alguna medida, hasta épocas recientes. Ello incluye no sólo a la versión del empirismo lógico que se volvió dominante, sino también a las concepciones metafilosóficas (en dicho mainstream) que lo reemplazaron tras su declive final.

Según T. Williamson, el «paradigma» vigente en la actualidad en filosofía analítica tendría su origen en autores como David Lewis y Saul Kripke; el primero de ellos afirma cosas como que «una meta razonable para un filósofo es poner a sus opiniones a un equilibrio estable». Esto involucra también ponerlas de acuerdo con el sentido común, «no porque el sentido común sea infalible (…) [sino porque] tenemos una tendencia a volver a nuestras opiniones cotidianas» (Lewis, citado en Williamson, p. 7). Según Williamson, uno de los aportes principales de Lewis a la filosofía fue su doctrina del realismo modal —la tesis que sostiene que los «mundos posibles» (inicialmente, un dispositivo técnico utilizado en el aparato formal de la lógica modal) realmente existen, aunque no podamos tener ningún tipo de acceso cognitivo a ellos (ya que están causalmente desconectados del nuestro)—, una cuestión que Neurath habría calificado como equivalente a la de cuántos ángeles caben en la punta de un alfiler.Leer más »

La filosofía y el mundo externo – Parte II

[Continuación del post anterior… ]

El clima intelectual general durante la Guerra Fría

Para comprender el clima de paranoia general que se respiraba durante este tiempo, especialmente en los EEUU, cabe recordar los siguientes hechos. En primer lugar, que este conflicto se inicia tras el fin de la Segunda guerra mundial (con la explosión de dos bombas atómicas), entre dos superpotencias que contaban con ese tipo de armamento, y entre las cuales existía la sensación de que un conflicto nuclear podía desatarse en cualquier momento (i.e. la Guerra Fría podía volverse «caliente»), arrasando con la humanidad entera. En este contexto, cuya política internacional estuvo dominada por el enfrentamiento de dos sistemas, encarnados en las dos superpotencias, «la política de los EEUU se basó (…) por lo menos en sus manifestaciones públicas, en presentar el escenario de pesadilla de una superpotencia moscovita lanzada a la inmediata conquista del planeta, al frente de una ‘conspiración comunista mundial’ y atea siempre dispuesta a derrocar los dominios de la libertad» (Hobsbawm, 1994, p. 204).

Esta conspiración y sus agentes, que se habrían infiltrado en los propios Estados Unidos, amenazaban (según esta retórica) con transformar radicalmente las instituciones, los valores y la moral impuestas. Así, el conflicto se planteaba como uno entre dos visiones de mundo, cuyas aristas involucraban no sólo al sistema económico (de hecho, los primeros 20 años de la Guerra Fría serían el período de mayor grado de intervención estatal en la economía en los «estados de bienestar» capitalistas). sino que solía plantearse en términos de la libertad vs. la esclavitud, la libre empresa vs. el totalitarismo, etc. (la URSS, además, no era una democracia).Leer más »

La filosofía y el mundo externo – Parte I

Introducción

El título de este post juega con un doble sentido en la expresión «el mundo externo». Tradicionalmente para la filosofía, el mundo externo es algo así como el ámbito de «lo real» o «el mundo tal cual es», independientemente de nuestras teorías o concepciones acerca de él, y al cual estas se tienen que «adecuar» para ser calificadas como verdaderas. De ese modo, muchos conciben a la tarea del filósofo (o del científico) como la búsqueda desapasionada de una serie de verdades eternas, o —su prima— como una «aproximación gradual», quizás asintótica, a ellas. Llámese a esto el sentido metafísico de la expresión «mundo externo».

El otro sentido —llamémoslo histórico— de esta expresión, la asocia más bien con el marco institucional, social, económico, cultural, etc. más amplio en el que la actividad filosófica (y científica) se desarrolla. Este es, primordialmente, el aspecto en el que quiero centrarme. Mi objetivo es argüir algo que creo debería ser obvio para todos los practicantes de la disciplina, pero que lamentablemente no lo es: que el «mundo externo» (en este segundo sentido) interviene y debe intervenir en la actividad de los filósofos profesionales. Es decir, aspiro a mostrar que la imagen común del filósofo (o el científico), puramente racional, preocupado por la verdad y nada más que la verdad, y que no basa sus concepciones en premisas «ideológicas» o factores extrínsecos al propio desarrollo interno de la disciplina, es históricamente falsa y normativamente indeseable. En pocas palabras, que la filosofía no transcurre (ni debe transcurrir) dentro de una burbuja.Leer más »

El papel de la filosofía de la ciencia en la comunicación y la enseñanza de la ciencia – El caso de la teoría de la selección natural

Suelen indicarse como nacimiento de la filosofía de la ciencia contemporánea profesionalizada los estudios llevados a cabo en el marco del empirismo lógico a comienzos del siglo 20, en cuyo centro se encontraban los filósofos del “Círculo de Viena”. Si bien esto suele ser reconocido en casi todo manual de filosofía de la ciencia, suele enmarcarse en un relato en donde el avance del área implicó sacarse de encima las nociones elaboradas en esta concepción: los filósofos historicistas, como Kuhn y Feyerabend, habrían venido a revolucionar la disciplina reconfigurándola completamente.

Sin subestimar los importantes aportes de tales filósofos, en los últimos tiempos han surgido varios trabajos que ponen en duda este relato e intentan mostrar la actualidad e importancia de muchos de los trabajos realizados en el marco del Círculo. En realidad, lo que los filósofos historicistas vinieron a combatir, más que la concepción del Círculo, fue una versión simplificada y sosa de las ideas heterogéneas que se discutían en su marco. Con el ascenso del nazismo el Círculo se disuelve y algunos de sus integrantes terminan en Estados Unidos en donde tal versión simplificada se vuelve dominante. La caricaturización del empirismo lógico tiene varias dimensiones.Leer más »

David Lack y la nidada óptima

En un post anterior, afirmé que el tipo de explicación que daban algunos modelos de optimalidad de la presencia de un rasgo (según el esquema cuatripartito de Tinbergen) era funcional. Es decir, que modelos como el del código genético o el de la pinza de la mantis explican la presencia de características en individuos sobre la base de que ellas desarrollan de manera óptima una función para esos individuos (bajo las constricciones asumidas).

Esto iba en contra de ciertas caracterizaciones usuales en la literatura, que afirman que todo modelo de optimalidad da el cuarto tipo de explicación, según el esquema de Tinbergen: las evolutivas. El punto puede verse de la siguiente manera. Las explicaciones funcionales son sincrónicas, meramente comparan las diferencias en el grado de efectividad/optimalidad de diversos rasgos posibles para desarrollar cierta tarea. En principio, por si solas no dicen nada, ni permiten inferir nada, acerca de cómo esas diferencias en la efectividad afectaron (o afectarán) al fitness de los organismos, ni —por lo tanto— cómo evolucionará una población que posea distintas variantes a lo largo del tiempo. Es decir, a diferencia de las explicaciones evolutivas, las explicaciones por optimalidad (al menos las hasta ahora consideradas) no representan dinámicas.

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Tinbergen y el código genético

En un post anterior hablé sobre los modelos de optimalidad en biología. En general, se considera que lo que estos modelos explican es la presencia de rasgos en organismos (como ser, la disposición a cazar presas de ciertos tamaños), apelando a que esos están óptimamente diseñados para hacer algo (i.e. son óptimos según algún criterio de optimización). La idea de este post es precisar un poco más en qué sentido explican la presencia de rasgos.

En 1963, el etólogo Niko Tinbergen propuso que una distinción entre cuatro maneras distintas de explicar la presencia de un rasgo en un organismo —según algunos, se habría inspirado en las cuatro causas aristotélicas. Los modos pueden verse en la siguiente tabla:

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La «dieta paleo» y el periodismo de la era de las cavernas

Hace unos días, Infobae publicó una nota titulada «Dieta paleo: el furor de comer como el hombre de las cavernas», en donde se expone y recomienda esta última moda en regímenes dietarios. El motivo de este post es simplemente mostrar que hay cosas que suenan raras acerca de esta dieta, tal como la presenta el artículo. Con ello tengo un fin ulterior. Mi objetivo no es tanto recomendar o desrecomendar la dieta (ya que no soy un experto en nutrición), sino mostrar con el ejemplo de esta nota la pésima calidad del periodismo científico que suele hallarse en los medios de comunicación masiva. Por lo tanto, me baso bastante en lo que el artículo dice, además de en algo de investigación que realicé por mi cuenta.

Según el autor/a de la nota:

«[…] el pasado siempre vuelve. En la actualidad, la dieta paleo es una vuelta a las raíces […]».

La premisa básica del artículo parece entonces de corte romántico: un rechazo de la modernidad y un anhelo de volver a un pasado idealizado, en el que supuestamente nuestros ancestros vivían «sanos», sin las comidas procesadas y las «toxinas» (otro término que aparece en el artículo periodístico) que ingerimos actualmente. Junto con la idea de que «lo natural es bueno», el argumento de la «sabiduría del pasado» es un tema recurrente en las prácticas medicinales dudosas.Leer más »

Modelos de optimalidad y teleologismo

La optimalidad y las causas finales en la historia de la biología

El paradigma que dominó la biología durante miles de años, y que se inició con Aristóteles, puede ser introducido de la siguiente manera. Si riega durante varios meses una piedra enterrada, no ocurrirá nada. La piedra seguirá estando ahí, inalterada, tras todos esos meses. En cambio, si se planta y se riega una semilla ocurre algo muy distinto. Eso distinto que ocurre es el cambio. Pero además, no cualquier cambio; los cambios en general, en el mundo natural, suelen ser caóticos y destructivos. Por ejemplo, cae un meteorito, se produce un incendio forestal, las olas rompen contra las rocas, etc. Lo sorprendente del cambio biológico, según Aristóteles, es que ocurre de una manera ordenada, con un aparente fin. La semilla que crece, crece hasta convertirse en un árbol adulto, el óvulo fecundado no resulta en cualquier monstruo, sino en un ser humano adulto. Los seres vivos florecen, se realizan, hasta llegar al individuo adulto con sus capacidades o potencialidades plenamente desarrolladas.

El agua que se le echa a la planta es, para este filósofo, solamente la causa eficiente del proceso de cambio que se observa, es lo que dispara este proceso de cambio ordenado/guiado. La verdadera causa, la causa importante, la causa explicativa, de que la semilla se convierta en un tallo y luego en un árbol es la causa final. Es decir, la semilla cambia para convertirse en un árbol. El modelo explicativo que explica fenómenos remitiéndose a sus fines es ubicuo en la Biología —y en general en la ciencia— aristotélicas: el pájaro desarrolla alas para volar tanto como la piedra cae hacia abajo para ir hacia su lugar natural. En su biología, en general, la presencia de rasgos en los seres vivos puede ser explicada apelando al fin u objetivo que cumplen.Leer más »

Darwin, Sandra y el Procurador

Recientemente, el Procurador General de la Ciudad de Buenos Aires, Julio Conte-Grand, publicó en el diario La Nación un artículo de opinión titulado «Darwin ha muerto», en el que sostiene que una extensión de la figura de «persona» al caso de animales no humanos (suscitada por la discusión del otorgamiento de personería a la orangutana Sandra del zoológico) refutaría, en algún sentido, al darwinismo (y de paso, al abortismo, que el autor ve como parte suya).

Nuestra intención en este escrito no es tanto discutir con las opiniones vertidas en el artículo. Para que pueda existir un diálogo racional entre dos partes, es necesario que la utilización de los conceptos y el planteamiento de argumentos por parte de los autores sean hechos de manera clara y comprensible. En cambio, el artículo del Procurador constituye un total sinsentido. El grado de confusión conceptual que manifiesta su escrito, muestra que realmente no entiende a las posiciones que está criticando. Por supuesto que nadie puede ser un experto en todas las áreas del conocimiento posibles. Sin embargo, sí parece preocupante que una persona que ocupa un cargo tan importante no pueda siquiera distinguir sus áreas de competencia. Por todo esto, decidimos no polemizar, sino explicarles, al autor y al editor de la nota, por qué deberían retractarse de haber publicado tan espantoso escrito.Leer más »